Vestirse es fácil, sentirse es más complicado | Antonio Alvarado
MAKMA ISSUE #05 | Diseño
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2022
Por suerte, la definición “diseño” ya forma parte de la normalidad sin necesidad de entrecomillarla, pero recuerdo ese tiempo en que la llegue a odiar por el mal uso generalizado cuando a todo se le apostillaba como “hotel de diseño”, “muebles de diseño”, “bar de diseño”, “traje de diseño”, etc.
Si todo está diseñado de una u otra manera, ¿qué necesidad existe de realzar aquello que por muy diseño que sea no resulta útil o decorativo para su función? Como cada cual es libre, a su manera, de especificar su trabajo, yo solo pido que se me pille confesao si tengo que utilizar la palabra más allá que en la definición profesional de mi curriculum vitae.
Con el diseño podemos crear una pieza, pero si le damos funcionalidad será una obra de arte o, por lo menos dentro de mi trabajo, ha sido una constante ya que, de otra manera, no me atrevería a llamarle indumentaria.
Con los años he aprendido a desnudar, es decir, a despojar de lo superfluo y banal a todo aquello que no deja ver la esencia. Esa esencia es para mí el diseño. Creo que tanto el conocimiento como la experiencia de los años influyen a la hora de descubrir la pureza de las cosas sin más oropel que la propia obra o, en cualquier caso, mostrando la individualidad de lo complementario, ofreciendo al consumidor o consumidora la posibilidad de marcar su carácter a la hora de combinar las piezas.
Forman parte del pasado aquellos outfits abigarrados donde todo valía, con propuestas de difícil lectura y fáciles de fotografiar y provocar el aplauso en la pasarela. ¡Qué tiempos aquellos!
Toda evolución requiere matizar y despojar, algo que no siempre es fácil en mi disciplina, ya que las tendencias fluyen imprevisibles, y tomar el pulso de la calle para adaptar tu producto semestralmente no es fácil, mucho menos cuando tiene fecha de caducidad y temporalidad. Todo ello interviene en tejidos, texturas, líneas y color, así que no nos tiene que parecer extraño que acabemos zumbaos o, cuanto menos, un poco idos.
Diseñar moda no es la profesión más complaciente ya que, además de ser jodidamente exigente, tiene la desventaja de no tener unos parámetros que queden instituidos durante un tiempo, salvo alguna rareza. Hasta las grandes marcas francesas de principio del siglo XX van dejando su identidad e, incluso, con pérdida de norte en busca del producto y consumidor kleenex. Pero así es el sector, y así estamos dejando el planeta.
Dentro de este océano creativo he tenido la suerte de poder llevar a cabo mis sueños, a veces incontrolados y con más o menos aciertos. Soñar no cuesta dinero y diseñar mentalmente tampoco; lo complicado es transcribir y hacer realidad nuestro subconsciente, y ya no hablemos de convertirlo en producto. Todo este proceso lo llevo tratando con mi psicólogo desde hace cuarenta años.