Realidad imaginada, de Vicent Marco
Comisariada por Arístides Rosell
Atarazanas
Plaza Juan Antonio Benlliure, s/n. Valencia
Hasta el 10 de septiembre de 2017
La primera sensación que experimentamos al adentrarnos en una exposición de Vicent Marco es la de un hondo sosiego. Afuera queda el bullicio exterior, la vida nerviosa y agitada, el estrés del tráfico, la impronta sonora de la ciudad ajetreada y ruidosa. Dentro, en cambio, en el interior del recinto expositivo, la pintura armónica, equilibrada y racional de Vicent Marco nos infunde de inmediato un sentimiento de calma, de expectación tranquila, como si fuéramos los destinatarios de una invitación exclusiva al silencio y al goce estético.
Sin embargo, esa impresión inicial, provocada por la radicalidad del tránsito, irá modificándose poco a poco, conforme el espectador vaya entrando, paso a paso, en el universo pictórico que tiene delante. A la calma estética le sucede invariablemente una cierta inquietud. Los cuadros se dirigen ahora al espectador con cierta educada inquisición: le interrogan, ponen en evidencia verdades incómodas, afean actitudes que tal vez le molesten… en medio del silencio irrumpe un grito. Un aire de nítida denuncia puebla de pronto la atmósfera. Tras la regularidad y la aparente simplicidad de las formas se abre paso la lógica de un cierto desgarro. La realidad pictórica misma aparece disociada. Figuración y abstracción conviven en un escenario en el que se dirime una lucha… un combate que atañe directamente al espectador.
Llegados a este punto es necesario decidir. Es la hora de saber si uno está allí para hacerse una selfie y partir, o si uno acepta el reto del artista. Pues lo que va a ver no es un discurso complaciente, una galería de imágenes bonitas e inocuas, sino una radical impugnación de todo el sistema actual del arte. Ese es el propósito, ese es el reto que lanza el artista… y nosotros somos los jueces inapelables llamados a dictaminar si Vicent Marco ha alcanzado el blanco con su arco y sus flechas, con su inteligencia y su talento.
Pero ¿cómo se ha forjado ese propósito en la voluntad del pintor? ¿Cómo ha llegado el artista hasta aquí?
Vicent Marco (l´Alcúdia, 1956) es un artista que viene de lejos, de muy lejos. Ya a los ocho o nueve años, en su Alcúdia natal, tenía el impropio y absurdo deseo de ser pintor, pese a que nadie en su entorno familiar se dedicaba a ello. A los once años le presentaron a Manuel Boix, en cuyo taller se formó como si fuera (sin serlo) un verdadero aprendiz. Allí aprendió todo lo que puede enseñarse sobre técnica pictórica, sin necesidad de pasar por una academia. No es un caso extraordinario en su época: tampoco pasaron por ellas Manolo Valdés o Andreu Alfaro. Luego, en su tiempo libre, pintaba en casa sus propios cuadros. A los 14 años ganó su primer premio de pintura: un Premio Nacional, que lo llevó de golpe a Madrid. En 1974, con 18 años, hizo su primera exposición individual en la Galería Amadís de la capital de España.
Desde esa exposición hasta hoy (de 1972 a 2017) han pasado la friolera de 45 años. Pues bien, en esas cuatro décadas y media, Vicent Marco ha sido pintor a full time, artista a tiempo completo, no ha tenido otra actividad que crear su obra, en paralelo a una reflexión cada vez más honda y serena sobre la historia del arte y a una vivencia cada vez más crítica y descarnada de la realidad (incluida esa singular realidad que es el sistema contemporáneo del arte).
Descontando los trabajos de ilustración, llevados a cabo tanto en la Valencia de los años 80 (tan prometedora en expectativas culturales, tan cicatera en sus logros) como en su largo periplo mexicano (de 1990 a 2004), el trabajo artístico de Vicent Marco ha sido esencialmente pictórico. Un trabajo que discurre por la senda de una cierta pintura figurativa, no necesariamente ortodoxa, bastante influenciada por el pop art de los sesenta, pero también por las formas de realismo pictórico y social que en ese momento imperan en Valencia de la mano de los los equipos Crónica y Realidad. Tanto en lo formal como en lo temático, esa impronta se mantendrá de manera constante en la obra de Vicent Marco, y es como un hilo de acero que engarza todas sus épocas y sus distintas series y colecciones.
Este ADN está ya tan impreso en su genética pictórica, que no cambia siquiera durante su extensa etapa mexicana, pese al poderoso atractivo que allí ejerce la gran escuela muralista de los Orozco, Rivera y Siqueiros. Respecto al poder real de esa escuela conviene no olvidar que hasta Jackson Pollock, el influyente pintor estadounidense y figura emblemática del expresionismo abstracto, se formó en el taller de Siqueiros. Era difícil sustraerse a ese influjo, pero el Vicent Marco que viaja a México en 1990 y permanece allí 14 años, ya iba con su «mochila» muy hecha, con un bagaje propio muy definido, y decidió serle fiel. No obstante, el distanciamiento le permitió pensar a fondo sobre el valor de esa «mochila», de ese bagaje propio, al tiempo que iba asimilando elementos nuevos: la importancia de lo matérico y, sobre todo, el tema del color.
De vuelta a España, el artista maduro inicia una reflexión aún más exigente sobre su trabajo y sobre el momento del arte. Ante las interrogantes sobre ¿dónde estamos? y ¿cómo seguir?, van emergiendo nuevas respuestas plásticas inspiradas por la contradicción entre «lo que se ve» (lo real objetivo) y «lo que no se ve» (lo que uno imagina). La realidad, a partir de ahora, va a enfrentarse a su «doble» imaginario. Ello conduce a un división material del cuadro en dos espacios, que funcionan como un contrapunto: uno figurativo (pictórico o, a veces, reproducción fidedigna de trozos de periódicos, fotografías, etc.) y el otro abstracto o configurado por trazos que remiten a una elaboración más inconsciente que racional.
Nace así lo que podríamos llamar un «realismo imaginario», que prolongando los logros de su trabajo anterior, irá dando lugar a las distintas series y colecciones que se integran ahora en esta exposición antológica que reúne algunas piezas seleccionadas de los últimos diez años de trabajo del pintor.
En esta década, dos grandes temáticas van a ser decisivas. De un lado, un trabajo «deconstructivo», de crítica, de demolición, de impugnación del «sistema moderno del arte». De otro, un homenaje cálido a la tradición pictórica, de la que se siente deudor, a través de la serie denominada «el museo imaginario».
¿Qué entiende Vicent Marco por «sistema del arte»? Todo ese complejo entramado de determinaciones (económicas, culturales, sociales, mediáticas…), que no tiene a priori nada que ver con la creación y la calidad artística, pero que sin embargo dominan e imponen sus leyes en el «mercado del arte». Ya en «Mediática del arte» (exposición de 2011), el pintor desnuda la falacia con que los medios de masas convierten el arte en una mercancía desprovista de toda «aura» artística, que se «vende» al público con las categorías habituales de cualquier otro producto: precio de venta, objeto de lujo, compraventa, robo, subastas, exposiciones-espectáculo, etc.
Y, en esa misma muestra, inicia ya la impugnación de eso que empieza a evidenciarse como la «relación imposible» del espectador con el cuadro, y que culminará con la muestra «INvidenteS» (Galería Imprevisual, 2014-2015), donde Vicent Marco despliega toda la potencia de su plástica para alertar de la completa «ceguera» que viene. Distraídos con el móvil, paseando por la sala como turistas ensimismados y ajenos, fotografiando los cuadros en vez de mirarlos, bostezando de hastío… los espectadores del arte actual, los visitantes masivos de museos, galerías y exposiciones, ya son completos «invidentes». Apenas miran y no saben lo que ven.
Para Vicent Marco el arte está hoy «secuestrado» por instancias que amenazan su propia supervivencia. Los medios hace tiempo que han reducido el arte a espectáculo y dinero. Las exposiciones aspiran a ser cada vez más «lúdicas». Las ferias de arte, ¿son eventos culturales o comerciales? Los artistas se jerarquizan por el valor de sus obras en las subastas. Un artista puede alcanzar la «gloria» solo porque lo respalda un político. El «sistema del arte» ahoga el arte. Lo expulsa. Lo mata.
Vicent Marco recorre todo el escenario de este crimen combinando la explicitud con la sutileza y el grito airado con la denuncia serena. La simplificación del color (apenas tres colores: magenta, escarlata y azul, junto a todos los matices de blancos y grises, y un leve apunte verde) no produce monotonía, sino que da fuerza al discurso interno, por la sabia conjunción de reiteración cromática y variaciones plásticas. También los cambios formales nutren esa sensación: se juega cartesianamente con las variaciones de arriba y abajo, izquierda y derecha, adentro y afuera… e incluso el propio marco interno está a veces roto, añadiendo puntos de fuga inéditos. La singular dialéctica de esta pintura entre lo que se ve y lo que no se ve, entre lo real y lo imaginario, entre lo figurativo y lo abstracto, hacen que el recorrido por las 80 piezas de esta exposición resulte un paseo instructivo, un campo de variaciones lleno de estímulos y sabiduría.
Y algo parecido ocurre con la serie «El museo imaginario», fruto de la última etapa del pintor. Allí vemos «escondidas», a partir de unos trazos aparentemente caóticos, algunas de las figuras canónicas de la historia del arte (arlequines y madonas), deslizándose libremente por el espacio de un lienzo liberado de sus límites. El autor invita al espectador a buscar y reconocer esas figuras, en un juego muy serio, donde las imágenes de la tradición pictórica reivindican, en su simplicidad y armonía, su eterna belleza indestructible. Es como si Vicent Marco elevara tenuemente la voz para recordar: «Podéis matar el arte, pero el arte es inmortal».
¿Arte sobre el arte? ¿Un discurso meta-artístico? ¿Acaso la literatura actual, en su mejor versión (citemos, por ejemplo, a Enrique Vila-Matas, Mario Levrero o Sergio Chejfec), no adopta a la propia literatura como tema central? ¿No es acaso este punto de vista uno de los más avanzados del momento presente?
80 cuadros y una instalación pictórica componen esta merecida muestra antológica de diez años (2006-2016) de la obra de Vicent Marco. El niño que quería ser pintor contra toda evidencia, y que hoy pone en evidencia con su pintura la verdad madura de su reflexión y su obra. ¿Cabe mayor coherencia?
Viaje pictórico al interior de su pintura y de su alma, esta muestra hace justicia a un artista que ha hecho justicia, durante décadas, al arte y a la pintura. En Valencia y fuera de aquí.
Manuel Turégano
Escritor y editor de Contrabando
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