#MAKMALibros
‘Ciudad Clickbait’, de Vicent Molins
Barlin Libros, 2025
Acaba de llegar a las librerías un título editado por el sello valenciano Barlin Libros que ofrece algunas respuestas a la pregunta que se hace infinidad de ciudadanos: ¿por qué encontrar una vivienda digna se ha convertido en una misión imposible, en una auténtica pesadilla?
En ‘Ciudad Clickbait‘, el geógrafo y periodista Vicent Molins analiza los factores que concurren en la transformación experimentada estas últimas décadas por las urbes a consecuencia del turismo de masas: el afán de los munícipes de ponerlas de moda, la digitalización de la sociedad, la crisis de la prensa local…
Mediante datos, testimonios y casos reales, el autor dibuja un cuadro de la situación –centros históricos deshumanizados, alquileres por las nubes, destrucción del pequeño comercio, gentrificación, etcétera– que interpela tanto a los gestores públicos como a los ciudadanos. Una lúcida reflexión sobre la deriva que han tomado nuestras ciudades que reivindica, además, su esencia como espacios de convivencia y pertenencia.
Su libro invita a mirar más allá de las luces, los eslóganes y el espectáculo, para preguntarnos: ¿qué queda de una ciudad cuando solo busca satisfacer a los turistas y los mercados?
Su libro abarca todo el territorio nacional, pero el hecho de ser oriundo de València –nacido en Meliana, lo que le dio un visión periférica y fascinada de la capital–, así como su trabajo periodístico, lo hace especialmente sensible a cómo afecta el tema por estos pagos.
«Diría que València sufre la falta de adaptación a un fenómeno que recorre medio mundo: en 1998 había 600 millones de viajeros turísticos en este planeta; en 2012, eran 1.035… Pero es que en 2019 ya ascendían a 1.500», comenta. «València ha vivido ese mismo crecimiento –un poco más acelerado todavía–, pero con un inmovilismo tremendo, creyendo que solo tendría externalidades positivas. El turismo se ha democratizado como nunca, pero las ciudades como València han creído que iban a ser las mismas de siempre. ¡Cómo no iba a impactar en el mercado inmobiliario un cambio tan brutal en tan breve espacio de tiempo!».
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«Me preocupa que València, como muchas otras capitales, ha pasado a vincular su autoestima al reconocimiento exterior. El número de visitantes es el medidor con el que nos decimos si nos va bien o no. Y eso, entre otras cosas, nos condena a políticas públicas falsas. Debemos medirnos por cómo le va de bien o de mal a la mayoría de residentes».
El detonante del tsunami turístico nos toca muy de cerca. Fue aquel alcalde de Benidorm, Pedro Zaragoza, un emprendedor visionario que, según cuenta la leyenda, viajó solo en su Vespa hasta el Pardo para pedirle a Franco que permitiera a las guiris exhibir carne por el bien de la patria. Bromas aparte, de no haber sido él, habría sido otro soñador de rascacielos. Después de batallar durante siglos contra invasores de toda índole, estábamos predestinados a convertirnos en el balneario de Europa: sol seguro, alcohol barato, miles de kilómetros de costa edificable y paisajes de ensueño (hasta que se los cargaron).
Al principio, València capital tuvo que conformarse con las migajas del festín, los restos del turismo de sol y playa, pero tras la inauguración de la Ciudad de las Artes y las Ciencias en el umbral del milenio, con sus icónicos edificios escenario de películas y anuncios de productos lujosos, el reclamo empezó a funcionar.
Luego, el Oceanográfico y Bioparc enmarcando los Jardines del Turia. Humanos, animales y un circuito verde para pedalear, ¿se puede pedir más? Con el barrio del Carmen, la Lonja, el apetitoso Mercado modernista y unos cuantos museos, la carnaza estaba servida. El menú degustación en el plato. Éxito garantizado.
«En el caso de València, el acelerón del turismo es todavía un poco más fuerte que en el resto de las grandes capitales», apunta Molins. «En 2014, llegaron a Manises 4,6 millones de pasajeros; en 2024, se han superado los 11. Podemos pasar el tiempo debatiendo si es bueno o malo que València sea turística, como si pudiera no serlo. Pero lo relevante no es eso: lo relevante es qué puede hacer la ciudad para que cualquier actividad económica que se produce en su entorno repercuta de la mejor manera posible en sus residentes. Eso no está pasando, más bien lo contrario: la ciudad debe garantizar, al coste que sea, su condición de destino de moda».
En su libro, Molins ironiza sobre el afán de los ediles de poner de moda su respectiva ciudad con todo tipo de eventos, desde llenarlas de luces navideñas a alentar múltiples festejos. Es la obsesión clickbait que le da título: «El anzuelo, el titular fulero, la treta para que se fijen en su contenido, aunque para ello (ups) haya que alterar la realidad».
Aquí hemos tenido Gobierno de izquierdas y ahora de derechas. ¿Percibes diferencias respecto a su forma de abordar el asunto? «València tiene una condición especial, y es que el turismo la ha reinventado», responde Molins.
«Su relato –que es una cosa muy manida y pesada, pero que es relevante para saber qué priorizamos y qué no– ha pasado a tener una dependencia intensa de la idea de que València es sexi. Llevamos ya mucho tiempo celebrando la calidad de vida que tiene València y las veces que nos repiten que somos un gran lugar para vivir, sin preocuparnos demasiado si es verdad para quienes residen aquí. ¿El objetivo es estar de moda para el beneficio común o estar de moda cueste lo que cueste? Una ciudad no es solo una marca. Si solo es una marca, deja de ser ciudad».
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En su anterior libro, editado también por Barlin, ‘Club a la fuga. Del equipo-ciudad a la airbnbización del fútbol‘, Molins habla del deporte rey con un enfoque similar a este. ¿Hay cierta conexión entre ambos? «En ‘Club a la fuga’, usé a los clubes de fútbol como símbolo de la misma transformación que afecta a la ciudad. Si un club que durante cien años ha basado su existencia a partir de la energía local –como es el caso del Valencia– pasa, de repente, a estar desubicado, controlado desde Singapur, no es por casualidad. Forma parte de un nuevo orden que nuestra realidad cercana se resiste a gestionar».
Terminemos en clave positiva con la imagen de esa València ideal con la que todos tenemos derecho a soñar. ¿Cómo te la imaginas? «Metropolitana, porque es absurdo que una realidad social que une a más de un millón y medio de habitantes sea tratada como una sucesión de municipios desconectados entre sí. La imagino con su ciudadanía como protagonista de sus políticas públicas; y capaz de entender su rol como tercer sistema urbano en España, teniendo una estrategia de ciudad adaptada a su realidad y abandonando la comparación eterna con Madrid y Barcelona. València merece escribir su propio guion», concluye Vicent Molins.