#MAKMAEntrevistas | Víctor Palmero
‘Johnny Chico’, de Moriarty & Holmes
Sala Russafa
Dénia 55, València
Del 14 al 24 de enero de 2021
Hay personas afortunadas que desde muy jóvenes saben a qué quieren dedicar sus vidas –lo que quieren hacer y, por tanto, lo que desean ser–. Esta certeza les confiere un gran motivación, un motor que las impulsa hacia delante y, en ocasiones, también hacia arriba. Es el caso de Víctor Palmero (Onda, Castellón, 1989), que desde su infancia soñó con la interpretación.
Con solo 13 años hizo sus pinitos en el mundo del cine y, tras estudiar arte dramático en su ciudad natal y en Valencia, debutó con 19 años en un par de series de Canal Nou (‘Unió Musical Do Capo’ y Senyor retor’). «Fue una suerte inmensa poder trabajar en la televisión valenciana», comenta Palmero. «Algo que, por desgracia, los que vinieron más tarde no pudieron hacer».
En 2011, se incorpora a la serie de Antena 3 ‘Física y química’ y, gracias a sus aptitudes para la comedia, a otros proyectos teatrales y televisivos que culminaron, en 2014, con su personaje hasta ahora más famoso: el de Alba, la hija transexual de Antonio Recio de la exitosa serie ‘La que se avecina’.
Ahora, con 31 años (aparenta bastante menos), se enfrenta a uno de esos desafíos que estimula y, a la vez, quita el sueño a todo actor: enfrentarse al público en solitario sobre el escenario y desdoblarse en varios personajes. Hablamos de ‘Johnny Chico’, del autor australiano Stephen House, que Sala Russafa estrena en el 14 de enero dentro del 10 Cicle de Companyies Valencianes.
Un montaje de Moriarty & Holmes, compañía formada por Eduard Costa y Coque Serrano, que trata el conflicto de identidad personal y sexual que vive un joven atrapado en una pugna interior que se podría resumir en la cuestión que plantea la obra: ¿es posible hacer coincidir lo que eres por fuera con lo que eres por dentro?
“Me apetecía mostrar otra cara distinta a Alba, desdoblarme en distintos personajes y géneros con un solo cuerpo”, dice Palmero, que se pone en la piel de una decena de ellos, a veces con ayuda de caracterización y otras a pelo. “Es un reto muy interesante que se resuelve mediante las inflexiones de la voz, los gestos y la actitud corporal”.
Preestrenada en Onda, en cuya escuela municipal de teatro coincidieron Costa, Serrano y Palmero, la obra estará en Sala Russafa hasta el 24 de enero y varios teatros ya se han interesado por ella. Palmero dispone de varios meses para ser ‘Johnny’, pues hasta septiembre no empezará a rodar la siguiente temporada de ‘La que se avecina’. “Es un trabajo intenso y duro, pero se agradece el tono de comedia, hacer reír al espectador”, comenta Palmero que parece ahora más atraído por el teatro y se inicia como guionista.
El texto de ‘Johnny Chico’ lo localizó en una web australiana que reúne un listado de obras dramáticas clasificadas según la edad del protagonista. “Hacía tiempo que buscaba un monólogo de un personaje de mi edad y el de House me encantó. Es crudo y a la vez muy poético, y habla de un tema muy actual. Es cierto que el colectivo LGTBI está en mejor situación e incorporado a la sociedad, pero siguen habiendo ataques de personas que no admiten lo diferente”.
‘Johnny Chico’ recrea el viaje interior y de autodescubrimiento de un joven marginal, recién llegado a una ciudad desconocida, que para agradar a su mejor amigo –del que está secretamente enamorado– agrede a homosexuales. Sometido a una grave disociación entre lo que es y lo que intenta mostrar a los demás, su yo interior y su máscara social, vive en una constante lucha consigo mismo que da lugar a momentos crudos, en contraste con la belleza y la poética de la puesta en escena.
“He trabajado con maestros de la escena valenciana, como Carles Alberola, Gema Miralles o Chema Cardeña, y he aprendido lo importante que es no aburrir al público”, dice Eduard Costa. “En esta ocasión, contaba con un solo actor para dar vida a una historia, un relato que va in crescendo y no nos podíamos permitir que los espectadores desconectaran ni un momento. Así que nos hemos apoyado en la iluminación, el vestuario, la escenografía y la música para que no haya ningún corte, para que la transición del personaje y del público vayan de la mano”.
El montaje cumple con su cometido: despertar conciencias. “Estamos orgullosos de que la gente conecte, se emocione, se identifique con la obra. El conflicto de identidad sexual marca a un personaje que sufre muchas otras desorientaciones, que no termina de decidir quién es o hacia dónde camina, que se siente abocado al desastre. Algo muy común en ciertas fases de la vida, sobre todo durante la juventud, pero también en momentos de crisis como la que atravesamos a causa de la covid”, concluye Costa.
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