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‘Hasta el fin del mundo’, de Viggo Mortensen
Reparto: Vicky Krieps, Viggo Mortensen, Garret Dillahunt, Lance Henriksen y Danny Huston, entre otros
Fotografía: Marcel Zyskind
129′, Estados Unidos, 2023
Preestreno: Cines Lys de València
Estreno: 10 de mayo de 2024
Hace cuatro años, el actor norteamericano Viggo Mortensen sorprendía a propios y extraños con su salto a la dirección cinematográfica con ‘Falling’, un drama familiar en el que destilaba algunos de sus fantasmas del pasado. ‘Falling’ contaba la historia de un padre y un hijo, interpretado por el propio Mortensen, que se veían obligados a vivir juntos, después de muchos años, tras la muerte de la madre. En esa convivencia forzada, saltaban las viejas rencillas y rencores de dos generaciones que parecían condenadas a no entenderse jamás.
Cuatro años después, el actor mundialmente conocido por su papel de Aragorn en ‘El señor de los anillos’, vuelve con su segundo largometraje como director. Mortensen empezó a escribir ‘Hasta el fin del mundo’ cuando estaba a punto de estrenar su primer largometraje, durante la pandemia del año 2020, en pleno encierro.
‘Falling’ había funcionado bastante bien en España, permaneciendo hasta cinco meses en cartel, pero en el resto del mundo las restricciones impuestas por la covid-19 limitaron su distribución, tal y como contaba a su llegada el pasado 29 de abril a los Cines Lys de València para el preestreno comercial. En ese momento de incertidumbre profesional, personal y sanitario, se puso delante del papel en blanco y empezó a imaginar.
El proyecto, que daría lugar a ‘Hasta el fin del mundo’, arrancaba, así, con una imagen: una niña pasea por un bosque, soñando, “imaginándose cosas”, comenta el director. Mortensen comenzó a tirar del hilo de esa imagen: quién es esa niña, qué hace en ese bosque, se preguntaba.
En la ficción, la niña se convertiría finalmente en Vivienne Le Coudy, tal y como la describe el propio Mortensen: “Una mujer libre, independiente, pero también ordinaria, una mujer de su época, de su tiempo, pero con una fuerza interior, con una decencia y un coraje no tan ordinario”.
Estamos en el año 1860. Vivienne parece destinada a casarse con un joven rico de una buena familia de la ciudad de San Francisco, cuando se cruza en su vida un inmigrante de origen danés llamado Holger Olsen. Vivienne parece ver en Olsen una salida a ese destino que rechaza y se marcha a vivir con él a su modesta cabaña entre las montañas, cerca de un pequeño pueblo llamado Elk Flats.
Olsen es un rudo vaquero que vive feliz sin ninguna comodidad material. Poco a poco, ambos irán construyendo una vida juntos. Él aprenderá a adaptarse a ese orden doméstico que ella aporta a su hogar, mientras ella se acogerá a la estela de libertad e independencia que desea y que le permite el modo de vida de Olsen.
Pero el estallido de la Guerra de Secesión los separa temporalmente. Olsen se marcha al frente a defender los intereses de su país de acogida, mientras Vivienne queda sola en la casa a merced de los intereses del hijo de un potentado cacique del pueblo.
Cuatro salas llenas pudieron disfrutar ayer en preestreno de #Hastaelfindelmundo y del coloquio con Viggo Mortensen ❤Un placer volver a tenerlo por los #CinesLys ofreciendo a más de mil personas una experiencia de lujo en #CineClubLys@wandafilms @elasticafilms
— Cines LYS (@cineslys) April 30, 2024
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Sí, ‘Hasta el fin del mundo’ es un western. Un género que, aunque ya no se prodiga tanto en las pantallas, en los últimos años ha demostrado una relativa vitalidad a la hora de servir de receptáculo para todo tipo de relatos y experimentos formales (pensemos en ‘First cow’de Kelly Reichardt o ‘Slow West’, de John Maclean).
A propósito de su apego por el género, Mortensen reconocía: “Tengo suficientes años como para decir que de niño todavía se podían ver muchos westerns en la tele, o sea, series de televisión que eran westerns, hechos en Estados Unidos, que veía en nuestra tele en blanco y negro en Argentina y que me gustaban mucho”.
Ya con cuatro años, Mortensen aprendió a montar a caballo. Para aquel niño inmigrante, los vaqueros que veía en la pantalla en aquella Argentina en la que creció (y donde aprendió el perfecto español en el que se expresa) eran como gauchos norteamericanos. Dos culturas en una. Esa mezcla de culturas está muy presente en su película, un mundo en la frontera donde recalaron todo tipo de personajes. En ese mundo sin ley, Mortensen introduce a su personaje protagonista.
“Colocar la historia de esta mujer en ese momento histórico, en un lugar donde la sociedad estaba completamente dominada por hombres, unos pocos hombres, donde no había mucha ley, donde la frontera todavía estaba abierta, digamos, la frontera física, parecía un buen contraste”, comentaba.
No es casualidad que este personaje femenino cope la conversación. Y es que tanto su primer largo, ‘Falling’, como ‘Hasta el fin del mundo’ parten del recuerdo de otra figura femenina muy relevante en la vida de Mortensen: su madre, primero como ausencia y, ahora, como un intento soterrado de hacer presente su figura y su personalidad.
Aunque las dos películas son ficciones, para Mortensen ambas están unidas por esa exploración de sus recuerdos, representados en ambas películas en la figura de un niño. “El niño en esta película es como un testigo de muchas cosas, de violencia de cosas que se dicen o que le preocupan, que le afectan”, describía el realizador.
Y, en ese mismo tono, continuaba: “Puede que esta segunda película sea un poco más el punto de vista adulto, pero están los recuerdos y cómo nos sentimos con respecto a nuestras familias, nuestras crianzas. Yo creo que es algo que sigue evolucionando durante nuestras vidas y es mi manera de explorarlo y de comunicar lo que pienso de ello, en un momento dado. ‘Falling’ era lo que sentí entonces, y supongo que hasta cierto punto esta tiene algo que ver con lo que siento ahora o lo que he sentido estos últimos dos o tres años”.
Mortensen se reconoce en ese intento de introspección hacia los recuerdos del pasado, la idea de familia, no solo como núcleo de la organización social, sino como todo aquello que conforma a una comunidad. Sin embargo, en su caso, todos estos procesos no remiten a un plan determinado de antemano, sino que fueron surgiendo de manera intuitiva y natural.
“No me gusta trabajar desde el arranque con la idea conceptual e ideológica. No ruedas una idea, ruedas hechos, pasan cosas, se dicen cosas o no se dicen cosas, se sienten cosas y se muestra eso o se esconde, eso es lo que se rueda”, reflexionaba el director sobre su propio método de trabajo.
Y al fondo, como siempre que se habla del western, encontramos a los grandes maestros: John Ford o Howard Hawks. Mortensen siente que la comparación le queda holgada, por supuesto, pero no fue idea suya, sino de un crítico estadounidense. Y él encantado, claro.
Su apego a los maestros se ciñe, sobre todo, a esa cualidad que tenía un trabajo que ha superado las épocas: “La gran mayoría de los westerns, como cualquier género, son bastante malos, poco originales, muy torpes, repetitivos, los temas son los mismos, las acciones son regulares. Pero después hay un porcentaje, digamos un 5 % o menos, que son obras importantes, de un poder político y de una profundidad que te hacen reflexionar, que se pueden adaptar o que te permite comparar la sociedad de ahora con lo que pasaba entonces”.
Como principal apoyo en esta producción, Mortensen recurrió a su director de fotografía, el danés Marcel Zyskind, con quien ya colaboró en su primera producción. De acuerdo con la valoración que hacía el propio actor-realizador, Zyskind realizó un trabajo elegante, pero de una fuerza evocadora.
Mortensen quería que cada plano no solo atendiera a la acción principal, buscaba exaltar cada detalle del paisaje, de los ropajes y escenarios que iban a construir. Para ello, realizó un arduo trabajo de documentación, tanto en los museos, estudiando pinturas, fotografías, como, de nuevo, recurriendo a las primeras películas del género.
No por casualidad, el western nos retrotrae a los principios del siglo XX, una época no tan alejada históricamente del momento que retrata la película como pudiera parecer. En ese intento de verismo por encima de los códigos del género, trataría el director de encontrar la diferencia.
Pero si en el apartado técnico Mortensen se deshacía en elogios hacia su equipo técnico, en la faceta interpretativa no iba a ser menos. No parece que ningún director se pueda sentir inseguro contando con alguien del talento de Vicky Krieps en su reparto. Mortensen sabía que su Vivienne era un personaje complicado para el que necesitaba a una actriz que supiera expresar su fortaleza más allá de las líneas del texto.
“Cuando ella dijo que sí, sabía que teníamos una oportunidad para hacer una buena película con una mujer fuerte e independiente, con esa fuerza interior. Y lo que hizo ella fue mucho mejor de lo que yo había soñado”, explicaba Mortensen, feliz.
A Mortensen se le percibe satisfecho. Parece que ha disfrutado con el trabajo. Así lo explicaba en su encuentro con la prensa: “Todo tipo de arte, de esfuerzos creativos, reúne a gente con muchos talentos distintos, y lo ideal es que todos se sientan parte de un equipo largo, original, especial, único. Es lo que he aprendido de los mejores directores. En las dos películas que dirigí, desde antes del primer día de rodaje, pongo muy claro que las ideas, las sugerencias de cualquier parte, de cualquier persona, en equipo, en el elenco de actores, siempre serán bienvenidas”.
Mortensen se precia de haber participado en el trabajo de todos los departamentos creativos, desde el vestuario, pasando por la elección de los caballos que saldrían en la película, hasta la banda sonora, que ha compuesto él mismo. Una vez que todos esos elementos han sido rodados, quedaba el trabajo de unirlos en el montaje, donde la película se reescribe por una última vez.
Una película que se puede entender de muchas maneras, como un drama o un relato romántico. Como los buenos westerns, esos que disfrutaba en su infancia, ‘Hasta el fin del mundo’ aspira a ponernos ante una reflexión. Vivienne sufre las consecuencias de unas circunstancias que se escapan a su control. Pero, incluso ante las situaciones más duras y desesperadas, cabe un espacio para encarar el futuro de otra manera.
Y ahí Mortensen toca también las raíces del western clásico: “El perdón, perdonarse a uno mismo, perdonar al otro, es mucho más importante que la venganza, que la violencia. El perdón es probablemente el ingrediente más importante en una verdadera relación de amor, me parece. Y de ahí, incluso, la generosidad, porque perdonar al otro es ser generoso. Perdonarse a uno mismo es un alivio y hay algo generoso ahí también, supongo”.
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