#MAKMAArte
Zanele Muholi
Comisariado: Yasufumi Nakamori
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, València
Del 6 de abril al 4 de septiembre de 2022
‘Kwanele’ es el título de una de las fotografías de Zanele Muholi, a la que el IVAM dedica la primera gran retrospectiva en España, que viene a significar “ya está bien”. Si le ponemos interjecciones, suena de forma elocuentemente exclamativa: ¡Ya está bien! Es decir, ya está bien de discriminar a las personas por su raza, color o diferencia sexual. Como ella es artista de Durban, ciudad sudafricana, ha padecido el apartheid o segregación racial de ese país, felizmente acabado en 1992, con matices.
“La constitución es algo escrito en un papel; la violencia y el peligro es real”, señala Muholi en conversación con Katarina Pierre, texto incluido en el catálogo que acompaña a la exposición. De manera que el apartheid, legalmente clausurado, persiste en las mentes de quienes siguen pensando que hay razones para despreciar y violentar al otro por ser distinto, desigual y, por ende, objeto de las oportunas vejaciones.
Si a ‘Kwanele’ le quitamos las interjecciones, escuchamos la positividad del enunciado: “Ya está bien”. O lo que viene a ser lo mismo: tras un proceso de laborioso trabajo artístico, está bien lo alcanzado, que, en el caso de Muholi, es la visibilidad en su obra de todas aquellas personas negras y del colectivo LGTBIQA+, con las cuales se identifica la artista y a las que pretende dignificar ocupándose de ellas mediante su práctica fotográfica. A eso lo llama Muholi, activismo visual.
De manera que en el conjunto de su trabajo se entrevera el “¡ya está bien!” exclamativo con el “ya está bien” de la obra transformada en producto artístico que, más allá de su carácter reivindicativo, posee además la belleza, en su caso inquietante, ligada a la verdad del arte, que no es otra que mostrar la violencia y el peligro de lo real, por mucho que el papel de la legalidad los encubra.
Las fotografías de Muholi -de las que el IVAM reúne alrededor de 260 divididas por series en cinco salas-, para quien se encuentre con ellas desprovisto de la oportuna información que las contextualiza, diríase que poseen una belleza que viene a poner en cuestión el glamour de la seducción publicitaria, al tiempo que lo acoge para darle una vuelta de tuerca propiciada por las propias experiencias reales de los fotografiados.
“Aunque hay quien lo ve así, no hago una performance del yo, ni actúo delante de la cámara. Respondo a experiencias reales”, apunta Muholi en la citada conversación con Pierre. De manera que tanto cuando Muholi es la propia fotografiada, como cuando lo son las personas de la comunidad a las que conoce y a la que pertenece, la supuesta performance aludida no es más que la proclamación de su acosada diferencia. Acoso, e intento de derribo, que la artista sudafricana contrarresta poniendo el énfasis en aquellos aspectos que soliviantan, poniendo en tela de juicio, a sus agresores.
“Por ejemplo, con los estropajos o las pinzas que utilizo en las imágenes con las que homenajeo a mi madre, Bester Muholi, me dirijo a las empleadas domésticas: son objetos que hablan de trabajo y servidumbre”, subraya la artista. Objetos que, en esa vuelta de tuerca, lejos de cargar de ironía la puesta en escena, contribuyen a manifestar el malestar concentrado en la mirada, para en cierta forma liberar la angustia de la situación padecida.
Otro tanto sucede con los concursos de belleza -a los que Muholi dedica una serie de fotografías- o con los retratos de tantísimas mujeres que, bajo su foco, adquieren la dignidad robada que ella rescata poniendo, de nuevo, el énfasis en la diferencia objeto del oprobio público. “Mis referencias son, en general, mujeres; esas mujeres poderosas y bellas que consiguen llegar a fin de mes, sobrevivir y alimentar a otras personas en circunstancias difíciles, superando sus propios traumas o la dureza de sus vidas cotidianas”, resalta Muholi.
Por eso dice, en otro momento de la conversación, que la fotografía se presentó para ella “como una forma de terapia, pero también de respuesta”. Terapia para sobrellevar lo real de tan cruda existencia en el todavía apartheid mental de Sudáfrica, y respuesta a la invisibilidad de la violencia y los peligros aún circundantes mostrando a quienes la padecen: “Me di cuenta que había pocas imágenes que hablaran de mí, que mostraran a personas como yo, que documentaran mi comunidad inmediata y cercana”.
La exposición retrospectiva que el IVAM dedica a Muholi está repleta de esas imágenes cercanas a su comunidad, conformadas por personas negras a las que visibiliza para mostrarlas en su intimidad lésbica o simplemente cotidiana, sin más subrayados que los propiamente inherentes a su condición de outsiders o vinculados con cierta marginalidad.
‘Bellezas valientes’ (Brave beauties) las llama Muholi, para dejar constancia del modo en que se enfrentan a la vida quienes desean formar parte de ella, incluyendo los concursos de belleza que en la cultura occidental son objeto de crítica. “La gente solo necesita vivir, libertad, vivir nada más”, recoge la artista en esta serie. Esa vida y esa libertad con las que Zanele Muholi “ennegrece” sus fotografías nos miran de cara en la exposición del IVAM, yendo más allá de la alambrada del apartheid, cuya violencia sobrevuela el conjunto de las 269 fotografías.
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